2012/11/02

Desarrollo sostenible, una estrategia económica para Cataluña.


Reproducimos aquí un artículo de Pere Torres.

Pere Torres. Biólogo. Instituto Cerdà.

Desde una perspectiva ambiental, el autor repasa las crisis ecológicas causadas por un modelo productivo que ha traspasado los límites de la sostenibilidad global. A continuación, argumenta que el concepto economía verde es, de hecho, un nuevo modelo de producción, y reflexiona sobre las posibilidades de que se aplique a los distintos sectores productivos de la economía catalana.

La crisis financiera, en sus distintas facetas, enmascara todas las demás crisis. Y hay algunas importantes que la antecedieron y que la sobrevivirán.

Podríamos destacar cinco, como mínimo:
- La crisis energética.
- La crisis alimentaria.
- La crisis climática.
- La crisis hídrica.
- La crisis ecosistémica.

Las cinco tienen un factor común, aplicable igualmente a la crisis financiera y económica que se deriva de ellas: todas son crisis de insostenibilidad.

Son el resultado de un modelo productivo que se colapsa porque supera sus propios límites. Y, de un tiempo a esta parte, lo hace, además, sin que se pueda alegar ignorancia sobre el fenómeno y sus causas.

Repasamos, brevemente, estas crisis para destacar algunos de sus elementos comunes —que son los rasgos característicos de un fenómeno insostenible:

1. En julio del 2008, apenas iniciada la crisis económica, el barril de petróleo llegaba casi a los 150 dólares. Desde entonces ha fluctuado mucho, siempre muy por debajo de este máximo, porque la demanda de los países desarrollados se ha frenado considerablemente. De todas formas, en invierno del 2011-2012 se situó en 120 dólares, y según previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), subirá hasta los 180 dólares cuando la recuperación económica sea firme. Hay dos factores que influyen en esta tendencia alcista. En primer lugar, el aumento de la demanda. La propia AIE estima que en el año 2030 podría ser un 45 % superior a la actual. El segundo factor es que los yacimientos del petróleo más fácil de extraer y más barato de refinar se agotan rápidamente y deben ser sustituidos por otras opciones más caras (petróleos pesados, arenas bituminosas, etc.). Por otra parte, si algún día se establece una tasa de carbono —relacionada con las emisiones de gases de efecto invernadero—, tendrá una gran repercusión en el precio de esta fuente de energía. En definitiva, puede haber un debate más o menos apasionado sobre si el pico petrolero ya se ha alcanzado o aún no, pero de lo que ya no hay duda es de que la era del petróleo barato ha llegado a su fin.

2. También el año 2008 veía cómo los precios del grano subían y, con ellos, los de toda la cadena alimentaria. Las causas eran múltiples. Una, el incremento de los precios del petróleo que tenían repercusión tanto en los de los fertilizantes que se derivan de ellos como en todas las operaciones consumidoras de energía. También aquí el incremento de la demanda tuvo un papel capital. Este incremento era fruto del aumento de la población —más bocas para alimentar— y de la mejora de la calidad alimentaria de las nuevas clases medias de los países emergentes —el aumento de su consumo de carne comportaba una mayor demanda de grano para alimentar al ganado. De cara al futuro, hay que añadir, claro, los riesgos asociados al calentamiento global del planeta, que puede limitar la disponibilidad de agua, aumentar el riesgo de plagas y provocar un crecimiento acelerado pero desmedrado de los vegetales. Por otra parte, hay que tener en cuenta una cierta incapacidad de obtener una mayor productividad de los campos —sobre todo si se mantienen las prevenciones con respecto a los organismos modificados genéticamente— y la imposibilidad de movilizar más tierras para el cultivo. En su informe The State of Food Insecurity in the World 2011, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) prevé que la volatilidad de los precios persistirá en los próximos años y que tendrá efectos negativos en el desarrollo de los países subdesarrollados y facilitará la extensión de la pobreza a nuevos grupos humanos. La seguridad alimentaria queda, pues, en entredicho.

3. Aparte de esta incidencia negativa sobre la agricultura, el cambio climático tiene efectos negativos en muchos otros frentes de interés económico: en la salud de las personas, pero también en la de las especies vegetales cultivadas y las especies animales criadas; en la ganancia de aridez de muchas regiones; en la vulnerabilidad de la costa ante el incremento del nivel del mar y de sus embates; en la frecuencia creciente de episodios meteorológicos extremos; en la funcionalidad de las infraestructuras, etc. Hay efectos ya detectados y expectativas, un tanto inciertas, de efectos futuros en función de la temperatura alcanzada.
De acuerdo con los expertos, seríamos capaces de absorber un incremento de la temperatura media del planeta de 2 °C. Ahora bien, para que no sobrepasemos este límite, la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero debe ser más drástica y más rápida de lo que se puede esperar con los compromisos actuales.

4. El cambio climático no es el único factor que pone en crisis la disponibilidad de agua potable para capas extensas de población. También ayudan el incremento de la demanda —nuevamente por el crecimiento demográfico y la subsiguiente demanda agrícola— y el hecho de que cada vez haya más caudales inutilizados por la contaminación— sea de nitratos o fosfatos, por la intensificación de la fertilización de los campos, o por los vertidos industriales o urbanos.
Cuando la población de una comunidad no tiene acceso a 1.000 metros cúbicos por persona y año, entonces sufre de escasez. Las estimaciones oficiales indican que en el año 2025 puede haber casi 2.000 millones de personas en estas condiciones. La escasez puede ser física —no se dispone de esta cantidad de agua— o puede ser económica —no se dispone de las infraestructuras necesarias para que esta cantidad de agua sea accesible a sus consumidores potenciales.

5. Una crisis igualmente importante, pero más desapercibida, es la ecosistémica. Hoy existe evidencia suficiente de que el funcionamiento adecuado de los ecosistemas proporciona ventajas significativas en la actividad humana, incluida la económica. La degradación progresiva de muchos hábitats por su sustitución por otros usos o por su fragmentación o por la pérdida de especies clave debe tener, sin duda, efectos negativos en nuestra calidad de vida. Un ejemplo actual es la disminución de las poblaciones de abejas debido, probablemente, a la intoxicación con ciertos pesticidas. Las abejas son esenciales para la polinización de muchos cultivos alimentarios. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, las abejas son responsables de 15.000 millones de dólares de valor añadido en la agricultura del país. Su actividad polinizadora es imprescindible en la producción de frutas, de frutos secos y de muchas verduras. Este caso es extensible a otras muchas funciones que realiza la naturaleza y de las que nos beneficiamos sin tener conciencia.

El panorama no es alentador. De hecho, cuando lo describes de este modo, pones en bandeja la acusación de alarmista —o de malthusiano, si el acusador es más sofisticado— y, automáticamente, parece como si todo lo que has dicho perdiera valor. Es otro vicio de la insostenibilidad. De hecho, el hándicap principal se encuentra justamente en este punto. A pesar de la complicación extrema, estas crisis son superables porque, cuando escarbas un poco, te das cuenta de que no son consecuencia de una fatalidad inexpugnable sino de unas actitudes colectivas inapropiadas. De todas formas, cambiar las actitudes colectivas suele ser una tarea más ímproba que hacer frente a una fatalidad externa.

En cualquier caso, si la insostenibilidad nos lleva, con más o menos rodeos, hacia el desastre humano, se puede inferir que la alternativa a este debe llegar a través de la sostenibilidad. Por eso, el desarrollo sostenible no es una opción estratégica para dejar de dañar la naturaleza y el medio ambiente, sino, sobre todo, para dejar de dañar la posibilidad de una prosperidad humana efectiva y perdurable.

Desde que, hace ahora 25 años, la expresión desarrollo sostenible ganara carta de naturaleza en el Informe Brundtland, se ha pasado de verla como un pronunciamiento utópico a anhelarla como una solución al atolladero en el que se encuentra la humanidad con las crisis anteriormente mencionadas.

De todas formas, al haber sido tan profusamente utilizada a lo largo de este cuarto de siglo, puede que haya la sensación de un cierto desgaste y, probablemente por este motivo, han irrumpido otras expresiones con fuerza. Hay tres que son especialmente interesantes:

• Economía de bajo carbono. Esta idea surge de la preocupación por el cambio climático. Sabedores de que la principal responsabilidad recae en las emisiones de dióxido de carbono debido al elevado consumo de combustibles fósiles, se propone una transición hacia un modelo económico en el que estas emisiones se mitiguen de forma extraordinaria. Este propósito debe alcanzarse a través de la combinación de tres líneas de acción principales: la eficiencia energética (de forma que por cada unidad de energía consumida se obtengan mayores prestaciones), los cambios de estilo de vida (de forma que no se reclame tanta energía para actividades onerosas) y la sustitución de las fuentes de energía (de forma que la mayor parte de las necesidades sean cubiertas por energías que no emitan tanto dióxido de carbono).

  Green New Deal. Esta propuesta surge de un grupo de intelectuales británicos que, ante la magnitud de la crisis económica actual y vistas sus causas, plantean la necesidad de elaborar un nuevo pacto social, como el New Deal de Roosevelt pero sustentado en un modelo productivo menos malbaratador de recursos materiales, energéticos y humanos. Aunque también apunta reformas en aspectos energéticos e industriales, el documento original profundiza especialmente en los cambios que sería necesario abordar en la política económica y, sobre todo, en la política fiscal para que este nuevo pacto fuera posible y eficaz.

• Economía verde. En este caso, se quiere enfatizar la compatibilidad de la actividad económica con la preservación de la calidad ambiental.

Partiendo de los sectores clásicos de la gestión ambiental (las energías renovables, la valorización de residuos, el ciclo del agua...), se pretende dotarlos de mayor peso en la economía de un país y, al mismo tiempo, como ejemplo a seguir, en cuanto a los criterios de producción, a todos los demás sectores, con la difusión de aspectos como el ecodiseño o la ecoeficiencia.

Puesto que, en Cataluña, ha hecho más fortuna esta última, la adoptaremos de ahora en adelante. Así pues, hay que convenir que un país como el nuestro —con su realidad geográfica y con su tradición industrial— debe jugarse el futuro mediante la economía verde. Puede parecer un deseo exagerado, pero hay que entender bien el concepto de economía verde, al menos el que utilizamos aquí.

Para facilitarlo, me parece oportuno presentar, a continuación, tres tesis sobre la economía verde:
1. No es un nuevo sector productivo, sino un nuevo modelo de producción.
2. No sustituye a la industria, sino que la rediseña para reforzarla.
3. Se sustenta en tres fuerzas motoras: la tecnología, el consumo y la fiscalidad.

La economía verde propugna un modelo productivo basado en:

• La maximización de la eficiencia en el uso de los recursos. La ecoeficiencia tiene un sentido económico muy claro: se trata de que, de cada unidad de materia prima empleada, la parte destinada a aprovechamiento se maximice y la parte que se convierte en residuo se minimice.

En definitiva, hacer más con menos, un lema que comulga con el concepto de productividad.

Añadamos a la ecuación que aquello que ya se ha aprovechado una vez se reaproveche —de forma directa o a través de los mecanismos de valorización oportunos— tantas veces como sea posible. Así pues, el recurso se hace recircular por el sistema productivo hasta obtener el máximo rendimiento imaginable de él. Por este motivo, este enfoque también se llama economía circular, en contraste con la economía lineal a la que estamos acostumbrados, con una elevada extracción de materiales vírgenes y una también elevada acumulación de desechos sin valorizar.

Esta filosofía de la eficiencia es aplicable tanto a los recursos materiales (materias primas, agua) como a los recursos energéticos.

Otra medida en este terreno es la priorización de los recursos renovables —que deben consumirse a un ritmo adecuado para que su renovación sea factible. En este sentido, pues, la economía verde estimula la sustitución de los recursos no renovables por los que sí lo son y modera el consumo de estos a la tasa de renovabilidad que presentan.

• La minimización de las externalidades negativas sobre las personas y sobre el medio ambiente. La economía verde busca alternativas productivas que tengan un impacto muy bajo sobre el medio.
Este propósito se concreta en la apuesta por soluciones energéticas que mitiguen la emisión de gases de efecto invernadero y la sustitución de sustancias que contaminan el medio y pueden perjudicar la salud de las personas. Un campo fecundo, en esta línea, es el desarrollo de las biorrefinerías como procesos que pueden proporcionar, a partir de cultivos vegetales o algales, sustancias análogas a las obtenidas en el refinado del petróleo.

• La incorporación del conocimiento y la prospectiva en las decisiones económicas. La insostenibilidad se manifiesta mediante efectos secundarios o colaterales de decisiones tomadas.

Obviamente, se trata de efectos no pretendidos e inesperados que echan a perder unas decisiones que habían sido adoptadas para bien. La falta de conocimiento —por su inexistencia o por su inaccesibilidad al decisor— tiene buena parte de la culpa. Hoy en día, en cambio, se dispone de varias metodologías que permiten divisar qué consecuencias indeseadas pueden tener determinadas iniciativas. Además, los procedimientos de aprobación de muchos proyectos permiten que dichas consecuencias puedan ser conocidas y contrastadas, por lo que evitar los efectos colaterales es cada vez más posible. En la medida en la que la economía verde es una reacción a la insostenibilidad y a sus externalidades negativas, es lógico que nazca con la voluntad de emplear el conocimiento para no caer en la misma trampa.

El lector habrá notado que estas premisas son aplicables a prácticamente todos los sectores de la economía productiva, que no son propias de unos e impropias de otros. Por ello, se ha afirmado que no se trata tanto de un nuevo sector que se añade al modo productivo existente, sino de un nuevo modo que se aplica a todos los sectores conocidos.

Las opciones en Cataluña: El Gobierno de la Generalitat ha incluido la economía verde entre las prioridades de su programa de reactivación económica. En este sentido, se añade a la lista de países que hacen decididas apuestas por esta línea de dinamización de la economía: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, los países nórdicos, Corea del Sur... De todas formas, lo que importa no es la declaración de intenciones sino la valoración de las oportunidades reales. Aunque, sin duda, es necesario un análisis profundo, es evidente que Cataluña dispone de un grupo de sectores suficientemente sólidos que son aptos para realizar la transición hacia la economía ecoeficiente y de bajo carbono que representa la economía verde.

Podemos empezar por el sector primario. Aunque la agricultura tiene un peso escaso en el PIB y en la ocupación del país, hay que reconocer que es la base de un sector industrial, el agroalimentario, que tiene una incidencia elevada y con una gran capacidad de exportación. Ambos pueden adaptarse a las posibilidades que ofrece la economía verde. La ecoeficiencia en el consumo de agua, de fertilizantes o de energía puede penetrar en los campos y en las granjas con una intensidad superior a la actual.

Por otra parte, la agricultura puede ser la fuente de materias primas para generar materiales renovables que hoy se originan a partir de recursos agotables o como fuente de energía —sin entrar en competencia con la prioridad alimentaria de los cultivos.

En este mismo sector, se abre camino el cultivo de algas, que, a través de biorrefinerías, puede proporcionar tanto materias primas de alto valor añadido para determinadas industrias (farmacéutica, cosmética, alimentaria...) como material para la fabricación de biocombustibles. Ciertamente, es una vía aún embrionaria, pero con perspectivas muy buenas y que valdría la pena explorar dadas las condiciones ambientales del país y los sectores industriales que se podrían beneficiar de ella.

Igualmente, hay que pensar en las nuevas oportunidades que la demanda de la economía verde ofrece a la silvicultura y a la explotación forestal, tanto desde el punto de vista de productos de interés creciente como el papel que puede ejercer como sumidero de carbono.

En el ámbito de la energía, las posibilidades relacionadas con la economía verde son extraordinariamente amplias. De hecho, toda la transformación de la generación, la distribución y el consumo, en términos modernos, de la energía se podría incluir dentro de la economía verde. En cualquier caso, pongamos el acento en algunos aspectos principales: las energías renovables, los biocombustibles de segunda y tercera generación, el almacenamiento de energía, las redes inteligentes, la eficiencia energética, la rehabilitación energética de edificios... Sin duda, la revolución de la economía verde es principalmente una revolución energética. Ligado a la energía, está el transporte. También la economía verde tiene una incidencia notable en él.
Así, debemos considerar la mejora de los vehículos tradicionales para que su consumo y sus emisiones sean más bajos, los vehículos alternativos (eléctricos, de hidrógeno, de gas/biogás) con todos los sistemas de aprovisionamiento necesarios, el reciclaje de los componentes en general y de las tierras raras en particular, la aplicación de las tecnologías de la información y la comunicación al funcionamiento de los vehículos y a la gestión de flotas...
Lógicamente, la economía verde abarca también los sectores de gestión ambiental que eran conocidos hasta ahora. En concreto, el ciclo del agua, los residuos y la calidad del aire. En el primer caso, además de todas las tecnologías de potabilización y de depuración de las aguas, se puede hablar del aprovechamiento de los lodos, de la eficiencia en el uso, del control de calidad... Igualmente, se pueden considerar la construcción de infraestructuras y equipamientos y la fabricación de piezas y de fungibles.

En el campo de los residuos, se puede mencionar la construcción y la gestión de las instalaciones, pero también todas las tecnologías de aprovechamiento de los residuos, sea para valorización material o para valorización energética. Tiene especial interés el desarrollo de tratamientos para flujos de residuos nuevos, que ganan terreno con el progreso tecnológico. También es importante la disposición y la aplicación de tecnologías para la descontaminación y la biorrestauración de suelos con acumulación de sustancias contaminantes. Finalmente, conviene dejar constancia de las tecnologías para la depuración de efluentes atmosféricos.

En la construcción, la economía verde hace aportaciones tanto para la obra nueva como para la rehabilitación. En los nuevos modelos de construcción, se puede divisar la integración de las energías renovables como elementos constructivos o el diseño de edificios pasivos. También se puede pensar en nuevos materiales, en el aprovechamiento de los derribos y otros residuos, en la introducción de mecanismos inteligentes en los sistemas de control de los consumos energéticos de los hogares...
La economía verde da entrada a las nuevas tecnologías. Así, las tecnologías de la información y la comunicación tienen aplicaciones muy considerables en la domótica, en el transporte y en la gestión de redes. También en todos los sistemas de monitoreo y de control que permiten una gestión más eficiente del consumo de recursos. En cuanto a las biotecnologías, podemos hablar de producción de biomateriales, de la biorrestauración de suelos o acuíferos contaminados... o de las ya mencionadas biorrefinerías. Finalmente, tanto las microtecnologías como las nanotecnologías son esenciales en el desarrollo de equipos para la producción de energías renovables con mucha más eficiencia de conversión, pero también por disponer de baterías con gran autonomía y para la utilización de los superconductores en la red de transporte y distribución de electricidad.

Hemos dejado para el final la interrelación de la economía verde con la industria manufacturera.

Recordemos la segunda tesis, apuntada más arriba, sobre la economía verde: no sustituye a la industria sino que la rediseña para reforzarla. Hay algunas opciones que tienen naturaleza transversal, que pueden incidir positivamente en cualquier sector industrial:

• El ecodiseño y la desmaterialización de productos y servicios.
• La gestión eficiente del consumo de energía y de materias primas.
• La aplicación de los principios de la ecología industrial.

Ahora bien, hay algunos sectores de la industria manufacturera que, en Cataluña, pueden tener un recorrido más largo dentro de la economía verde:

• En el sector químico, existen enormes posibilidades en los nuevos materiales (biomateriales, materiales inteligentes, sustitutos de productos nocivos...).
• En el sector textil, se puede pensar en los tejidos inteligentes o funcionales y en el aprovechamiento de fibras orgánicas.
• En la industria agroalimentaria, existen productos destinados a los nuevos estilos de vida, pero también hay que tener en cuenta las necesidades de trazabilidad y de la seguridad alimentaria.

Estas empresas generarán una demanda tanto de servicios financieros como de otros servicios profesionales (consultorías, ingenierías, I+D, certificaciones...). En la medida en la que estos servicios se presten con una mentalidad propia de la economía verde —es decir, buscando la máxima eficiencia y las mínimas externalidades—, podremos considerarlos también componentes suyos.

No se agotan aquí todas las posibilidades de la economía verde. Sin embargo, esta visión panorámica del potencial que tiene en sectores muy vinculados a la economía catalana es indicativa de que la apuesta de Cataluña por la economía verde es acertada y, si las cosas se hacen como deberían hacerse, puede tener unos resultados muy satisfactorios. Ahora bien, no basta con tener un buen punto de partida y unas magníficas perspectivas, sino que es preciso un cierto impulso mediante la colaboración entre las administraciones públicas y las empresas privadas para rebajar las barreras de todo tipo que pueden existir para el progreso adecuado de esta transición. Dadas las bases económicas y empresariales del país y vista la predisposición del Gobierno de la Generalitat para implicarse en el desarrollo de la economía verde, estaríamos en condiciones de augurarle un buen futuro.

En cualquier caso, parece claro que este no llegará pasivamente, sino que será necesario ir a buscarlo. Como decía Peter Drucker, la mejor manera de predecir el futuro es construirlo. Así pues, podemos predecir un gran futuro para la economía verde en Cataluña si estamos dispuestos a Catalunya si estamos dispuestos a construirla.

2012/06/04

LA BASURA ES UN RECURSO, ES ENERGIA

Articulo de opinión en el Diario Vasco del domingo 3 de Junio de 2012, firmado por Maria Eugenia Arrizabalaga, parlamentaria del PNV, y que aporta nuevos e interesantes datos a este loco debate de las basuras.

Resulta realmente increíble que, en pleno siglo XXI, todavía haya gente que defienda que hay que enterrar la basura. Desde EAJ-PNV, siempre hemos considerado que una solución sostenible al problema de nuestros residuos pasa por una gestión integral de los mismos. El punto de partida de cualquier gestión integral de los residuos debe ser siempre la prevención. El mejor residuo es el que no se genera. Y en materia de prevención, el PIGRUG (Norma Foral 7/2008) recoge un Programa entero para impulsar la prevención que ha sido considerado modélico a nivel europeo.

Tras la prevención, vienen necesariamente el reciclaje y el compostaje. Creo que todos estamos de acuerdo en reciclar y compostar lo máximo posible. Pero también el reciclaje tiene sus límites. Hoy en día, en nuestra vida cotidiana, existen multitud de objetos que no son reciclables. E incluso los reciclables tienen sus límites. Por poner dos simples ejemplos: el 40% del plástico que recogemos selectivamente es ‘rechazo’, lo es por su naturaleza, y acaba en el vertedero (cuando no acaba quemado como combustible en alguna cementera); y el papel va perdiendo calidad en cada proceso de reciclado, de modo que llega un momento en el que ya no es reciclable.

Por tanto, se recoja como se recoja, siempre, una parte de nuestra basura quedará sin poder ser reciclada ni compostada. ¿Qué hacemos con esta basura, con esta fracción resto? En EAJ-PNV, tenemos clara cuál es la respuesta a esta pregunta. Los vertederos siempre son la peor opción desde todos los puntos de vista (ambiental, económico y social). Desde la Unión Europea, se está insistiendo por activa y por pasiva en que los residuos son un recurso y que debemos valorizarlos. Incluso los ‘verdes alemanes’ defienden la valorización energética de la basura que no se puede prevenir, reciclar ni compostar, frente a los vertederos a los que llaman ‘agujeros negros’. Es más, se plantean como objetivo fundamental cerrar los vertederos de Alemania para 2020.

Llegados a este punto, quiero hacer un pequeño paréntesis para aclarar los supuestos impactos en la salud de las incineradoras. Los avances tecnológicos que se han dado en los últimos años han sido espectaculares de manera que ofrecen las máximas garantías en control de emisiones. Está absolutamente probado que las plantas modernas de valorización energética no suponen riesgo para la salud de las personas. Si no, ¿cómo se explica que existan, desde hace décadas, plantas incineradoras en pleno centro de la mayoría de las ciudades europeas? Estoy totalmente convencida de que los ciudadanos e instituciones europeas no tienen ningún instinto suicida. Muy al contrario, en Europa, este debate está superado y múltiples instituciones públicas sanitarias (empezando por la mismísima Organización Mundial de la Salud) han manifestado claramente la no existencia de evidencia científica alguna de impacto en la salud de las personas de este tipo de plantas, y por consiguiente, han avalado las mismas.

Tanto es así, que las plantas que obtienen energía de la basura están ubicadas, preferentemente, en el centro de las ciudades, de manera que se aprovecha la electricidad que en ellas se produce y el calor residual de las mismas para dar calefacción a multitud de viviendas. En Europa lo tienen claro y el propio Banco Europeo de Inversiones (BEI) ha manifestado que, siguiendo las directrices y las Directivas europeas, financia plantas incineradoras modernas como la de Zubieta, Manchester, Copenhague, etc… y no financia vertederos.

¿Y en Gipuzkoa? Por lo que parece, algunos han descubierto una nueva religión y caminan en dirección contraria a lo que es una gestión integral seria y sostenible de nuestra basura. Empeñarse en ampliar o abrir vertederos es actuar contra el medio ambiente y contradice totalmente la Directiva Marco europea y los objetivos de los países más avanzados.

Euskadi es un territorio absolutamente dependiente en materia energética. Gastamos miles de millones de euros al año en importar energía. Lejos de promover nuestra soberanía energética, nos permitimos el lujo de enterrar la fracción resto de basura, desperdiciando un recurso energético y provocando afecciones medioambientales. ¿Es razonable? No, no lo es. En la planta de valorización energética de Zubieta, está previsto generar más de 30 megavatios de energía, con los que podríamos satisfacer la electricidad necesaria para decenas de miles de hogares gipuzkoanos, evitando la emisión de 102.700 Tn/año de CO2 a la atmósfera. La energía generada por las plantas de valorización energética mediante incineración se considera renovable. Pero Gipuzkoa va a dejar de recibir en los próximos años más de 60 millones de euros de primas energéticas por generación de energía renovable. El despropósito no es sólo ambiental sino también económico.

En Gipuzkoa no necesitamos descubrir la rueda. Si queremos una gestión realmente sostenible y ejemplar de nuestras basuras, tan sólo debemos tomar ejemplo de los países que mejor lo hacen, que son los países del norte de Europa: los que más reciclan e incineran, y los que menos vierten en vertederos.

2012/05/29

La incineración y el reciclaje no son actividades contrapuestas, sino complementarias



FUENTE: 
Informe publicado por la Agencia Alemana de Medio Ambiente (Umweltbundesamt, UBA)


Recientemente, varios informes periodísticos sobre la gestión de residuos en Alemania han  llamado la atención sobre una supuesta contradicción entre la incineración de residuos y la prevención de residuos, es decir el reciclaje. El argumento principal es que la expansión actual de la incineración de residuos en Alemania podría frustrar la política de prevención de residuos y bloquear los nuevos avances en el reciclaje y la gestión de residuos.

El presente documento elaborado por la Comisión Federal Alemana de la Agencia de Medio Ambiente (Umweltbundesamt, UBA) proporciona un análisis detallado de la situación actual, además de 10 argumentos sobre este tema.

La incineración de residuos - una contribución a la protección del clima 
La incineración de residuos no sólo sirve para la eliminación segura de los residuos, sino que también ofrece la posibilidad de generar energía disponible en forma de electricidad y calor. En  2005/2006, las plantas de incineración de residuos de Alemania generaron alrededor de 6 teravatios/hora (TWh) de electricidad y 17 TWh de calor, equivalente a la oferta requerida por una gran ciudad como Berlín. Esta energía puede sustituir a las fuentes de energías fósiles como el carbón o el petróleo, y evitar la emisión de  9,75 millones de toneladas de CO2 al año.

Alrededor del 50 % de la energía contenida en los residuos urbanos proviene de biogénicas de residuos, que puede ser acreditado como clima neutral. Después de deducir la temperatura correspondiente a las emisiones de CO2 de la fracción de residuos fósiles y la energía adquirida de fuentes externas, el resto de la reducción neta de las emisiones anuales de CO2 asciende a poco menos de 4 millones de toneladas de CO2. Esto es equivalente a las emisiones anuales de CO2 de alrededor de 1,6 millones de automóviles turismos.

Todo ello significa que la incineración de residuos está contribuyendo a la protección del medio ambiente y además ayuda a ahorrar los recursos naturales. No obstante, es necesario disponer de recursos financieros adicionales, instrumentos normativos, y una planificación eficiente con el objetivo de potenciar la incineración de residuos. De acuerdo con un estudio realizado en 2005 por el Öko-Institut, en nombre de la UBA (proyecto UFOPLAN no. 205 33 314), la incineración de residuos podría lograr un ahorro potencial  inicial de las emisiones de CO2 de hasta 3 millones de toneladas.

Algunos artículos afirman que la expansión actual de la incineración de residuos en Alemania está desviando esfuerzos en cuanto a la prevención de residuos. Los argumentos que utilizan es que la incineración de cantidades adicionales de residuos en los últimos años ha repercutido directamente en detrimento del reciclaje.

En cuanto a este punto la Agencia Alemana de Medio Ambiente (UBA), hace hincapié en que la jerarquía de residuos establecida en la “Closed Substance Cycles” y la Ley de Gestión de Residuos (Kreislaufwirtschafts-/Abfallgesetz) establece que “la prevención de residuos tiene prioridad sobre la recuperación y la eliminación. Sin embargo, la utilización de residuos para la recuperación de energía es un elemento indispensable de la gestión de residuos para el desarrollo sostenible. El objetivo de la incineración de residuos es velar por el medio ambiente y la adecuada eliminación de los residuos.

La incineración y la prevención de residuos no son términos contradictorios.10 argumentos 

Mientras que la generación de residuos es inevitable en una sociedad de consumo, en el futuro la incineración seguirá siendo necesaria y eficaz para tratar térmicamente los residuos para los que no existe un método de recuperación alternativo más respetuoso con el medio ambiente. En ocasiones, los residuos resultantes de la fabricación de los productos pueden prevenirse de forma eficaz. Bien sea por un uso más eficiente de los recursos naturales, o la menor entrada de material en la producción. Toda la experiencia adquirida en las últimas décadas sugiere, sin embargo, que la legislación sobre residuos es una herramienta limitada para la prevención de residuos.

Algunos sectores de la población sostienen que la incineración está frustrando los esfuerzos en la prevención de residuos. Esta afirmación es del todo insostenible en base a diferentes argumentos. Los siguientes 10 argumentos dan una pincelada sobre los diferentes aspectos del reciclaje, ya que éstos se encuentran estrechamente relacionados con la valorización energética. Es importante señalar que la prevención de residuos implica una política de medio ambiente multidimensional, ya que va mucho más allá de las cuestiones únicamente relacionadas con la eliminación de residuos y la recuperación.

1. La prevención de residuos en la producción y el consumo
Aunque la prevención de residuos no está directamente relacionada con la gestión de residuos, ésta podría dar un impulso - por ejemplo, a través de planes de prevención de residuos- en materia de prevención en la producción y en la fase de consumo. Las estructuras de incentivos específicos  - por ejemplo, de los honorarios - pueden aumentar también este impulso.

La legislación sobre residuos define la prevención de residuos como un principio, y no como una obligación. La prevención es principalmente una cuestión de pautas de producción y consumo. En la producción, la prevención de residuos – a través de la reducción de la producción, el uso múltiple y la recuperación del material de entrada- se asocia con frecuencia al ahorro económico y al propio interés de las empresas.

Para promover la disminución de los residuos derivados del consumo existen una amplia gama de productos relacionados, como son la influencia de los productos de diseño ("eco-diseño"), ofreciendo incentivos de contratación y una amplia gama de productos a través de la información.

2. Productos eficientes
La prevención de residuos a través de la innovación de productos, centrado entre otras cosas en materia de eficiencia, requiere el diseño de productos relacionados con el medio ambiente, la modificación y diversificación en la oferta, y la penetración en el mercado de estos recursos producidos eficientemente. En cuanto a los productos en desarrollo, se debe tener cuidado para garantizar que las medidas para aumentar la eficiencia de los materiales no afecte negativamente a la “reciclabilidad” de los productos, por ejemplo su retorno al ciclo de materiales.

Existe una gran variedad de instrumentos que pueden utilizarse para promover las innovaciones de productos (legislación ambiental, etiquetado de productos, normas de contratación pública, incentivos del mercado, o la comunicación y la información). El objetivo de estas medidas es aumentar la gama de productos que contribuyan a evitar la producción de residuos (“wasteavoiding”), así como ofrecer recursos alternativos teniendo en cuenta además  a los consumidores. Asimismo, los empresarios, fabricantes y demás sectores implicados,  deben facilitar la difusión en el mercado de este tipo de bienes y servicios alternativos más respetuosos con el medio ambiente.

3. Compensación del aumento de la eficiencia 
El incremento de la eficiencia en la producción queda claramente compensado con el crecimiento en el consumo. Este “efecto rebote” impide los éxitos en la disminución de residuos logrados a través de innovaciones en el proceso y el producto. Los productos se pueden fabricar con pocos materiales y un mínimo gasto de energía. Ello conlleva el aumento de la producción y las ventas. Un claro ejemplo de esto es el caso del consumo de productos electrónicos y muebles. Los esfuerzos para aumentar la eficiencia y reducir el impacto ambiental quedan muchas veces frustrados por la exigencia de una producción en masa y la oferta de productos a bajo coste, procedentes básicamente de países con salarios y costes de producción eficientes es por si misma insuficiente. Para lograrlo la gente debería también cambiar su estilo de vida.

4. El comportamiento del consumidor 
Contrariamente a lo que ocurre en los procesos de producción, donde el propio interés empresarial puede ser un incentivo para evitar la generación de residuos, en los hábitos cotidianos es más difícil motivar a los consumidores privados y públicos a optar por una gestión de los residuos eficiente.

Aunque los consumidores están en general dispuestos a contribuir al reciclaje en su vida cotidiana, por ejemplo con la recogida selectiva, tan sólo una minoría se muestra dispuesta a renunciar a ciertos hábitos y comodidades diarios en favor de la prevención de residuos. Sin embargo, hay un conjunto de posibilidades que permiten hacer un uso más provechoso de bienes y servicios reduciendo así la cantidad de residuos (alquilar en lugar de comprar, uso compartido de automóviles, reparación de electrodomésticos en lugar de comprar nuevos, restauración de muebles, etc.). No obstante, de momento son pocos los consumidores que han optado por hacer uso de estas posibilidades.

El número de hogares con unos hábitos de consumo sostenibles podría aumentar notablemente si el Estado y las organizaciones de consumidores intensificasen y unieran sus esfuerzos para proporcionar una mayor información práctica al consumidor en relación a sus hábitos cotidianos. Una opción es la de difundir un catálogo de buenas prácticas con el objetivo de que los consumidores observen los beneficios de ese tipo de comportamientos.

5. La necesidad de una gestión eficiente de residuos 
La utilización de procesos técnicos para la gestión de las escorias procedentes de los residuos no influye en los hábitos de consumo público. Igualmente, se habría generado la misma cantidad de desechos procedentes de los residuos aunque no se hubiera extendido el uso de la incineración. El reciclado eficiente, o la  recuperación de energía, de estos residuos no eliminados (escorias) en la fase de producción o consumo juegan un papel fundamental en la protección del medio ambiente, al igual que la sustitución de las materias primas.

6. Influencia de los contratos a largo plazo en la gestión de residuos
Algunos de los artículos en la prensa han afirmado que los contratos de gestión de residuos, con una duración de hasta 20 años y unas cantidades fijadas para la entrega de los residuos a las plantas de incineración, tendrían un efecto negativo en la prevención de residuos. Sin embargo, esta influencia es insignificante. Las empresas encargadas de la gestión de residuos no tienen control sobre los volúmenes de residuos, como se ha mencionado anteriormente, sólo pueden influir en la relación de las cantidades de residuos para el reciclaje y la recuperación de energía. Parece improbable que se produzca un cambio en los sistemas de recogida existentes de manera que beneficiara o repercutiera a la cantidad de residuos destinados a la incineración. El interés de ambos operadores, del sector municipal y , de que las plantas de incineración cubran la inversión y gastos de funcionamiento a través de contratos a largo plazo es más que justificada.

7. Responsabilidad del producto 
Hoy en día los argumentos en contra de la incineración de residuos, como los citados anteriormente, ignoran el hecho de que la situación general en cuanto a la gestión de residuos ha cambiado radicalmente en comparación con la de 1980. En aquel momento el principio rector de la gestión de residuos era que la prevención tenía prioridad sobre la recuperación y valorización, que a su vez tenía prioridad frente a la eliminación. Este principio fue simplemente un programa que aún debía ser completado con la normativa en materia de devoluciones, recogida y recuperación.

Hoy en día, en cambio, los productos se rigen por el principio de responsabilidad. Este principio es un elemento fundamental basado en el concepto de los ciclos de materiales cerrados.ción menores. Así pues, si hay que reducir los residuos, la compra de productos Actualmente, existe la obligación del retorno (reciclaje). Este es el caso por ejemplo de los vehículos, o los aparatos eléctricos y electrónicos. Todo ello queda recogido en la normativa sobre envases que regula el retorno y la recuperación de los residuos  municipales. Estas ordenanzas ofrecen incentivos tanto para la recuperación de residuos como para la prevención. Asimismo, la recuperación de residuos en el comercio y la industria está actualmente mejor
desarrollada que nunca. (ver puntos 1 y 2).

8. Aumento de las tasas de recuperación pese a la incineración 
La situación en Alemania y otros países con conceptos avanzados de gestión de residuos demuestra que los países que cuentan con una alta incineración de residuos también alcanzan altas tasas de reciclaje. Esto se debe a que las políticas de gestión de residuos son estrategias eficaces, conforme a lo solicitado por varios países como Suiza, Países Bajos, Austria, Alemania o los países escandinavos. Estos territorios poseen unas altas cotas de reciclado, o bien utilizan los residuos para producir energía. En estos casos se ha restringido
considerablemente el número de vertederos como vía de eliminación, incluso en algunos casos los han prohibido por completo.

9. La necesidad de la clasificación como requisito para la recuperación 
Para lograr altas tasas de reciclado, y de calidad, algunas fracciones de residuos deben estar tan bien conservadas y ordenadas como sea posible. Esto se logra principalmente con la recogida selectiva, aunque también es posible mediante la posterior clasificación de los residuos recogidos. El residuo sobrante, que no puede ser clasificado de ninguna manera, o no es viable su eliminación y por lo tanto no es reciclable, va directamente a la incineración donde se producirá la recuperación de energía, o en el caso de los países donde se sigue permitiendo el depósito va a los vertederos.

10. Eliminación segura a través de la incineración de residuos 
La actual expansión de la capacidad de incineración en Alemania es indispensable para garantizar la correcta eliminación de residuos que no podrán ser depositados en vertederos por razones ambientales. Así como se ha producido una expansión del reciclaje, la incineración de residuos está contemplada como un método de gestión de residuos compatible con el medio ambiente.

Conclusión 
La incineración de residuos no tiene un impacto negativo en la prevención de residuos. Su tarea principal es la eliminación segura y adecuada de los residuos que no pueden ser reciclados. La incineración de residuos por lo tanto ofrece una eliminación segura y necesaria en una economía basada en el reciclado de materiales y la eficiencia de los recursos. El objetivo es utilizar la energía procedente de los residuos de la manera más eficiente posible y con el objetivo de recuperar totalmente los residuos que quedan como escoria.

La prevención es cuestión de varios factores: diseño del producto, proceso de producción y comportamiento del consumidor. Realmente los residuos sólo pueden ser eficazmente reducidos o eliminados a través de una producción eficiente y un cambio en los hábitos de consumo. No podemos utilizar únicamente la legislación en materia de residuos o medidas que sólo afecten a la gestión, ya que por sí solas tendrían una influencia insignificante. Una vez generados, los residuos deben eliminarse de una manera ambientalmente racional.

En conclusión, todo ello significa que en cuanto a los residuos debe seguir imperando una política de prevención.  Los consumidores, especialmente a gran escala, pueden contribuir a ello cambiando sus hábitos de consumo; los fabricantes, mediante la producción de productos que impliquen un menor consumo de recursos ambientales y en consecuencia generen menos residuos. Además, también pueden optar por la fabricación propia de recursos más eficientes. Los residuos que se generan, a pesar de estas medidas, se canalizan en gran parte a través de un proceso de recuperación, y los residuos de que no pueden ser recuperados son eliminados. Para ello, la incineración de residuos - con generación de energía y utilización de escoria - es una opción medioambientalmente sana y sostenible.



2012/05/07

ATEZ ATEKOARI EZ

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d) Ormaiztegiren hautesleak 1.009 dira, beraz dagoneko hautesle-erroldaren erdia atez atezkoaren aurka sinatu du.